viernes, 29 de noviembre de 2013

Modernidades Efímeras: Lilís y el Metro




Lic. Edwin Croes Hernández,
Investigador del ODPP-UASD.




Este monumento en Moca, rodeado de basura y propaganda pintada a brocha gorda es lo que ha sobrevivido del “moderno ferrocarril” inaugurado por Lilís en 1897.


Es inevitable que el Metro de Santo Domingo evoque el espectro de Ulises Heureaux (Lilís) en la mente del historiador. Con Lilís vino otra oleada de globalización y la modernidad de su época, encarnada en el telégrafo, la electricidad y el ferrocarril. Pero fue una típica modernidad a la “criolla”, es decir, mal pensada, truncada, politizada, espuria, corrupta, insostenible y, por tanto, efímera.

Hemos tenido muchas de esas “modernidades” de ideas, maquinas y tecnologías que fueron tragadas por nuestro pantano institucional, por el “nosotros somos especiales”, por el “aquí esta dios”, por el “hacerlo a como de lugar” y, finalmente, por la espesa vegetación tropical que se traga todas las pesadillas. Detrás queda siempre la deuda financiera que agobia y lastra hacia este atraso endémico que nos acogota y expulsa la dominicanidad a una desesperada diáspora de miseria, criminalidad, prostitución y dolor.

En 1886, Lilís asciende al poder, después de utilizar hasta a su mejor amigo y protector que era Luperón, y a través de un “fraude electoral colosal” que condujo a lo que el refranero popular llamó una “revolución que no pudo ganar con plomo, pero la ganó con plata” que le prestaron los comerciantes puertoplatenses para sobornar a los generales de su propio partido. Son los años formativos del dictador, no pasaría mucho tiempo antes de que perfeccionara estas artes y las convirtiera en rutina de sus 20 años de presidencia.







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